Sara Torres: Escribiendo nuevos párrafos en mi vida

Sara Torres: Escribiendo nuevos párrafos en mi vida
Les presento a mi familia

lunes, 26 de marzo de 2012

La obediencia como respuesta de amor ante la infidelidad

Ayer que fui a misa a mi parroquia, el Padre Alejandro Flores dijo muchas cosas que fueron muy claras y fuertes.  Algo así como si nosotros no tenemos cambios radicales de actitud y conducta al final de la cuaresma, si no tenemos intención de dejar el pecado, de nada nos habrán servido los sacrificios, los ayunos, las confesiones, la eucaristía, los rosarios, etc, etc, etc.  Definitivamente, que así como el Padre Alejandro lo puso, si no hay el deseo sincero de un volver a Cristo...de nada nos sirve.  Bien lo dice el Señor que Él no quiere holocaustos y sacrificios sino un corazón contrito.

Al final, el Padre Alejandro nos recordó que seremos medidos en el AMOR.  Esto se me quedó como clavado en la cabeza pues un pensamiento que me llegó de inmediato y que viene de las Palabras de Jesús: "Si me aman, guardarán mis mandamientos" (Juan 14:15).  Así es que el amor a Dios va ligado a la obediencia; no en balde Jesús entrega su vida por amor en completa obediencia:

"Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, 
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, 
y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo 
y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz" (Filipenses 2:6-11)

Vivimos en un tiempo tal vez no menos distinto de el de los primeros cristianos a quienes San Pablo dirigió sus cartas.  Es un tiempo en que se confunde el amor verdadero con un amor limitado, un amor que no conoce de sacrificios, un amor que no conoce de compromiso, un amor carente de la generosidad necesaria para ser duradero.  Un amor que no obedece al orden de Jesús y su iglesia.  La obediencia cristiana parece cosa obsoleta.  La obediencia a Dios y a la iglesia se ve como falta de conocimiento intelectual, falta de razonamiento propio, falta de pensamiento libre, falta de carácter; sin embargo, ninguna de estas "libertades" nos harán santos, ni no darán la vida eterna que esperamos en Cristo.

Nuestro orgullo y nuestro egoísmo nos ciega completamente, y el amor se convierte en una baratija.  El amor se convierte en aquello que me HACE FELIZ a mí.  Alguno dirá que no es verdad porque está convencido de que está con una persona porque quiere amarla, pero ¿porqué quiere amarla?  "Me hace muy felíz amarte".  ¡Qué escurridizo puede ser el amor verdadero! 

Sí, es bonito ser feliz amando, y en verdad ésta es la meta y la recompensa en una relación exclusiva.  El problema es que hoy en día se ha enfatizado mucho la actualización de sí mismo, el desarrollo personal, el encontrarse a sí mismo, el realizar los sueños, y el encontrar a la persona ideal con la cual me SIENTO bien.  A nosotros los cristianos se nos olvida que nuestra actualización personal está en la persona de Cristo y los preceptos que él nos ha enseñado. ¿A costa de qué y de quíenes estamos dispuestos a amar?  ¿Se le puede llamar amor a una relación fundada en el dolor de los demás?

Ahí está el meollo del asunto.  Cuando nos casamos, se supone que lo hacemos enamorados; de alguna manera sentimos química que funciona y nos enlaza.  Entonces pasan los años y damos por sentada la relación y dejamos de alimentarla. 

Luego vienen los niños y nos complicamos en horarios, finanzas, salud y muchas cosas más, aumentando el estrés en la relación de pareja.  Aquí es donde está el peligro.  La pareja se vuelve vulnerable.  Puede uno empezar a echarse en cara los defectos o tal vez los defectos se vuelven más obvios bajo presión.  Sabemos que las personas reaccionan de maneras distintas ante las presiones del hogar.  Lo natural en un matrimonio sólido es volverse el apoyo del uno y del otro.  Los actos pequeños de caridad mutuos se vuelven extremadamente importantes.  Tristemente, por experiencia propia y por la experiencia compartida con cientos de personas casadas, no es lo que sucede...

Vuelvo a reiterar que las personas reaccionan de manera distinta.  Sin embargo, hay una que tiene una consecuencia dolorosa y que acaba con muchos matrimonios y es la infidelidad.  Me atrevo a escribirlo porque conozco de manera personal los procesos por los que se pasa hasta llegar a una infidelidad física.

La infidelidad comienza sutilmente: una atracción inmediata de personalidad de la cual las personas involucradas no se han dado ni cuenta o no quieren admitir al principio la potencialidad del peligro que hay para su alianza matrimonial.  Empieza una amistad, un compartir, en el cual la afinidad de carácter va surgiendo.  Luego vienen el compartir de intimidades que deberían pertenecerle solamente a la esposo y la esposa, y comienza la infidelidad emocional.

La infidelidad emocional comienza a tomar forma cuando se confiesa la atracción mutua y la relación de amistad de trabajo, por internet, de algún club, hasta de un ministerio o grupo de oración que hasta entonces era pública, comienza a latir en secreto y se vuelve exclusiva. El secreto y lo prohíbido alimentan la pasión y la lujuria.  Desde ya esta infidelidad emocional es pecado mortal.  Jesús es muy radical en esto cuando nos dice:

"Han oído que se dijo: No cometarás adulterio. Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" Mateo 5:27-29

Las personas involucradas empiezan una lucha interior horrible porque probablemente son muy buenas personas con principios y valores morales en los que creen firmemente.  La tensión emocional crece día a día y las personas involucradas comienzan una vuelta interminable por una montaña rusa llena de grandes subidas y bajadas.

Un día se es completamente feliz y pleno...y al otro se es una persona deprimida, amargada, y hasta agresiva.  La pareja no tiene la menor idea de lo que le pasa a su cónyuge.  Si éste(a) trata de acercarse o "ayudarle", empeora las cosas pues la persona infiel se siente además miserable por engañarle injustamente.  Por otro lado, hay una inmensa necesidad de achacarle al cónyuge toda clase de defectos y culpas para poder justificar nuestro engaño...

Me deprimo escribiendo estas verdades.  Tantas veces que pensamos que la grama del vecino es más verde que la nuestra.  Como dice una psicóloga "Nos parece más verde y mejor porque no tenemos que cortarla ni darle mantenimiento".  Por ésta razón pienso que se confunde la realidad con la fantasía.  Una vez que se vive con la persona de sus "sueños" uno se despierta como cuando se despertó después del matrimonio descuidado.  Tal vez la diferencia es que en las segundas nupcias se trata de corregir los errores del pasado, pero si se vuelve a caer en lo mismo es terrible, pues la sensación de fracaso es estrepitosa y se añora el amor primero. 

Sin embargo, muchos ocultan el descontento por orgullo y viven una agonía peor que la primera.  Las estadísticas se han mantenido por más de 50 años (después de la liberación de la mujer en los años 60-70's).  El 75% por ciento de las personas que se casan con sus amantes terminan en divorcio.  El 25% que se mantiene es porque el primer matrimonio realmente carecía de vida o había alguna clase de abuso físico o emocional, el uso de drogas o alcohol, pornografía y otras aficiones o adicciones que destruyeron la relación.

Antes de tomar una decisión tan delicada como es la de irse a mantener la grama del vecino, hay que reflexionar profundamente.  Sin embargo, eso requiere un distanciamiento considerable para ver las cosas con objetividad.  El razonamiento nos ayuda a sopesarlo todo con gran certeza, pero las emociones a veces nos traicionan y nos vencen. 

La única forma de controlar las emociones es cortando de tajo con la relación extramarital y alimentar la mente y el alma con lo transcendente y eterno.  Bien nos los dice Jesús en el verso que sigue:

"Sí, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna..." Mateo 5:29

Estas emociones que nos atrapan y nos encadenan muchas veces son producto de los químicos que nuestro cerebro dispara a nuestra sangre y los cuales son altamente adictivos...pero ese es tema para otro día.

Me despido con una pregunta:  ¿Se puede salvar el matrimonio a pesar de no sentir el más mínimo deseo por hacerlo?  Si alguien tiene una respuesta, por favor compártala por este blog.  Nos hace falta escuchar más seguido los testimonios de amor de las parejas casadas felizmente. 

Ánimo a todos y que Dios los bendiga grandemente, guarde sus almas, y proteja a sus familias.

Les ama en Cristo Jesús, Sara Torres