Sara Torres: Escribiendo nuevos párrafos en mi vida

Sara Torres: Escribiendo nuevos párrafos en mi vida
Les presento a mi familia

lunes, 9 de mayo de 2011

¡Felíz día de las madres a todos!

¡Felíz día de las madres a todos los que han sido hijos! Felíz día a todas las mamás que han dado a luz y a las que aún esperan.  Felíz día a todas las que sin haber podido dar a luz han sabido amar maternalmente.  Felíz día a las que renunciando a una familia han entregado su amor de madre en la consagración a Dios.  Felíz día a toda mujer que ha abrazado y dado la vida en sus muchísimas formas.  Felíz día para la mejor de todas, la madre de Dios, nuestra Madre María Santísima.

Confieso que no soy muy partidaria de todas estas celebraciones “artificiales” y “comercializadas” que tenemos hoy en día.  Mi madre me enseñó que el día de la madre o del padre es celebración de todos los días. 

El cuarto mandamiento de la ley de Dios dice: “Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas felíz en la tierra que Yahvé tu Dios te da” (Deuteronomio 5:16). Si nos fijamos bien, como nos enseña San Pablo en la carta a los Efesios 6:23, es el único mandamiento del decálogo que al cumplirse tiene como consecuencia una promesa específica, una bendición, un premio: “...se pronlonguen tus días y seas felíz”.

Honrar a padre y madre no es solamente apartar un día del año, comprar flores, buscar una tarjeta, comprar una joya u otros regalos caros, ir a un restaurante, o echar la casa por la ventana.  Todas estas cosas que hacemos para el día de las madres son solamente el “merengue” en el pastel (the icing on the cake).  Así como el merengue “adorna” bonito, no necesariamente garantiza que la torta sea de buena calidad.

Honrar es una forma de corresponder al amor recibido de los padres; por lo tanto, hoy, día de la madre, me he hecho muchas preguntas que también conciernen a los papás.  Me he preguntado lo que significa honrar en todo el sentido de la palabra.  Buscando la palabra en el diccionario comprendí que la honra de alguna manera requiere ser “merecida”; consecuentemente, la honra es también un acto de reconocimiento a las virtudes, valores, o metas alcanzadas.  Entonces he llegado a la conclusión de que al mandarnos Dios a honrar a padre y madre, nos ha mandado a reconocer las buenas obras, las buenas enseñanzas, los sacrificios, los valores, la estima, el afecto, el respeto, y la educación que nos han brindado nuestros padres. 

Dios, como siempre, no nos exige dar más allá de nuestras posibilidades.  Sin embargo, hay que dar el ciento por uno dentro de esas posibilidades —recordemos la parábola de los talentos. Esta iluminación intelectual (nada que ver con la mística) que he recibido hoy como un regalo, lo comparto no con la idea de demostrar a nadie que yo soy una madre excepcional.  Al contrario, pienso que no he sabido ser mamá y muchas veces me he sentido incapaz de llevar acabo la tarea encomendada por Dios.  
Perdonen la longitud de esta reflexión y la constante digresión o desviación en su desarrollo.  En lo personal espero que ella me lleve a estudiar un poco más el asunto y que éste me ayude a mejorar a mí y a mi esposo en la crianza de nuestros hijos dentro de un hogar católico practicante.

Realmente solo deseaba felicitar a todas las madres por los medios de red social, pero ya ven, Dios me ha llevado a cuestionarme seriamente sobre la crianza y educación de mis hijos. 

Siendo la familia la primera célula de la sociedad (Catecismo de la Iglesia Católica N°2207), tenemos una inmensa responsabilidad en la crianza de nuestros hijos para el mejoramiento del orden moral y cívico de nuestra sociedad. Nuestros hijos conformarán los líderes del mañana.  Como cristiana yo quisiera que mis hijos fuesen personas de provecho en un futuro.

Entonces, me pregunto: 

•¿Puede acaso honrar a sus padres un hijo que no ha sido amado o respetado por ellos?

•¿Puede acaso honrar a sus padres un hijo que ha sido abusado, maltratado, denigrado, aplastado, oprimido, o explotado?

•¿Puede acaso honrar a sus padres un hijo al que se le ha permitido todo, tenerlo todo, y esperarlo todo de ellos sin límites para que no molesten?

•¿Puede acaso honrar a sus padres un hijo al que se le negó la atención, al que por indiferencia no se le exigió nada ni se esperó nada de él? 

•¿Puede acaso un hijo honrar a sus padres si éstos le negaron el cariño, el afecto, y el interés y que para llenar sus vacíos afectivos le llenaron de “juguetes” o simplemente se conformaron con su “presencia” ausente?

•¿Puede acaso un hijo honrar a sus padres al ser descuidado, olvidado, abandonado, despreciado, o rechazado?  

Mucho hay de esto en el mundo de hoy.  Demasiado, diría yo, pues cuando voy en mis giras, escucho el clamor de dolor de tanta gente herida. Sin embargo, soy testigo de que muy a pesar de todo, existen hijos que han perdonado a sus padres y han alcanzado la paz interior y la sanación. Sin proponérselo, en el silencio, con esa actitud compasiva y misericordiosa hacia sus padres, estos hijos les están honrando y a la vez honran a Dios.

Nos han enseñado primordialmente que honrar es una forma de amar que se manifiesta primeramente en el respeto y la obediencia hacia la autoridad, en este caso, la autoridad de los padres.  ¿De qué clase de “autoridad” estamos hablando?  Cuando escuchamos decir la palabra “autoridad” hoy en día, hay una tendencia a reaccionar negativamente ante ella, pero es que hay motivos, hay pasado, y existen hechos.

Cuando tomé un curso electivo en mis años universitarios sobre la crianza de los hijos, no soñaba siquiera con tener una familia y mucho menos pensaba en cómo iba a criar a mis propios hijos si es que llegara a tenerlos.  De la única cosa que estaba segura es que yo no quería educarlos gritándoles o pegándoles.  No quería criarlos de manera que me tuvieran miedo.  Yo sabía que deseaba que mis hijos se sintieran seguros de mi amor, de mi ternura, y mi afecto.  Sabía que tenía que disciplinarlos, pero no tenía idea cómo.  Hoy tengo ideas...pero debo de admitir humildemente que tengo grandes dificultades criando a mis hijos sobre todo en el campo de la disciplina y la consistencia de la mísma.

En ese curso aprendí de cuatro estilos de crianza: Autoritaria, autoritativa, permisiva, y desinteresada.  Yo conocía por experiencia propia la autoritaria.  Que yo sepa, creo que es la más común en nuestra cultura hispana.  En este estilo de crianza, el padre impone su autoridad, exige mucho del hijo, hay un alto grado de control, y no se toma en consideración la opinión del hijo.  Subsecuentemente, puede suscitar el abuso del hijo en cualquiera de sus formas—verbal, emocional, sicológica, y física. El hijo se puede sentir amedrentado o temeroso, pero también puede volverse muy rebelde. 

Debido al impacto que tiene la crianza de los hijos en la sociedad, se me ocurrió comparar estos estilos de crianza con los estilos de gobiernos más comunes hoy en día.  Si éste estilo de crianza autoritario se compara con un gobierno, éste sería una dictadura totalitaria, independientemente de su tendencia o ideología política. 

El estilo de crianza con el que yo había soñado sin saberlo hasta ese entonces era el autoritativo.  En esta forma de criar hijos, los padres toman en cuenta la opinión o los sentimientos del hijo, pero existen delimitaciones claras, responsabilidades, y exigencias dentro del hogar.  Los padres explican las consecuencias naturales al pasarse de dichos límites.  Con mucho respeto, con amor, se corrige al hijo y dentro de ese marco, el hijo asume las consecuencias de sus actos con cierto grado de resignación si piensa que es lo justo.  Si piensa que no es justo, tiene la libertad de hablar, de expresar sin grandes temores lo que piensa.  En el diálogo, a mucho se llega.  El hijo tiene la oportunidad de aprender de sus errores y crecer como persona madura y responsable. 

Si este estilo de crianza se compara con un gobierno, éste sería la democracia.  Cabe considerar que entre los errores más comunes de los hijos de padres autoritativos están el abuso de la confianza al tratar de probar los límites en cada oportunidad.  De igual manera hay abusos e hipocrecía en los gobiernos democráticos.

Los dos estilos de crianza arriba mencionados se consideran positivos en el sentido que los padres están interesados e involucrados en los asuntos de sus hijos.  Éstos contrastan con los siguientes por esa falta de participación en la vida de los hijos.

El estilo de crianza permisiva y la desinteresada no las encontraba posibles en mi persona; sin embargo, hoy que tengo cuatro hijos, me doy cuenta que estos dos estilos se deslizan sutilmente en la familia; en lo mejores de los casos, ésto podría ser como resultado del cansancio extremo, que sufren los padres que trabajan horarios difíciles, o a la ansiedad provocada por la necesidad económica.  En el peor de los casos, sucede porque realmente no les interese hacerse responsable de los hijos y el futuro que les espera.  Aquí hay negligencia e indiferencia.

Tristemente lo más típico de estos estilos de crianza se manifiesta en hijos que ven televisión excesivamente, navegan el internet indescriminadamente, viven inmersos en mundos virtuales de juegos de video a niveles extremos y otros se desasocian del resto del mundo vía iPod.  Estos son los hijos de la tecnología del tercer milenio.  Podemos encontrar fácilmente a esta generación contemporánea en países desarrollados, pero tristemente los países tercer mundistas faltos de lo básico para vivir dignamente, sacrifican mucho por dicha technología.

La sed de poseer bienes materiales de esta clase (codicia o avaricia, pecados obvios de una sociedad consumista, materialista, y capitalista) seduce a muchos a vivir de la desmoralización, corrupción, y perversión de la sociedad (tráfico de droga, prostitución organizada, producción y venta de pornografía, trata o tráfico de personas —antes conocido como trata de blancas—explotación de la clase obrera y campesina, etcétera).

Estos dos estilos de crianza tienden a producir personas acomplejadas que no se adaptan bien dentro de la sociedad; también, pueden llegar a criar personas majaderas, haraganas, irresponsables, rebeldes sin causa, antisociales y hasta delincuentes.

Ciertamente, el estilo permisivo y el desinteresado son tierra fértil para lo negativo aunque, indiscutiblemente, ésto puede darse en los otros estilos de crianza pues al final la diferencia está presente en la manera particular de reaccionar o actuar de cada individuo.  De igual manera, no es la regla que todo sea negativo en los estilos de crianza crianza permisible o desinterasada. 

Si estos estilos de crianza (permisible y desinteresado) fueran gobiernos podrían compararse a un gobierno liberal, capitalista, y paradójicamente democrático,  a un gobierno revolucionario rayando en Marxismo (no necesariamente Leninismo o comunismo pues creo que el Marxismo es una respuesta casi natural a la opresión de dictaduras o imperios materialistas y capitalistas, indiferentes a las necesidades de la clase obrera o de los más pobres; el comunismo, por lo poco que yo he experimentado de él, es una forma de gobierno que vuelve al principio, donde el estado se vuelve el dictador totalitario de la nación).  En el caso extremo, el estilo de crianza permisivo puede compararse a la anarquía que básicamente rechaza toda clase de control o existencia de cualquier tipo de  “gobierno”.

•¿Qué pasa hoy que los hijos no respetan a los padres?
•¿Porqué nos contestan mal? 
•¿Porqué nos alzan la voz a la menor provocación?
•¿Porqué cuestionan nuestros razonamientos? 
•¿Porqué se empeñan en discutir? 
•¿Porqué se empurran cuando se les pide un favor?
•¿Porqué no nos obedecen inmediatamente cuando les mandamos algo? 
•¿Porqué se sienten abusados al ser corregidos o disciplinados?
•¿Porqué todo lo que uno les da lo consideran un derecho en vez de un privilegio?

Esas son mis preguntas personales, pero creo que tengo que analizar a profundidad lo que estoy haciendo o no estoy haciendo en la crianza de mis hijos.  Sé que debo de cambiar de estrategia.  Sé que debo informarme mejor.  Sé que debo de aprender mucho y que tal vez falle muchas veces en el intento.Sé que criar hijos no es nada fácil y requiere de mucho sacrificio personal.  Dar a luz a los hijos es verdaderamente fácil en comparación a criarlos y educarlos.

Mucho hay que pedir a nuestro Padre celestial y a nuestra Madre María Santísima por su ayuda para hacer de nuestros hijos, personas honorables y practicantes de su fe.  Líderes que cambien el rumbo de egoísmo, decadencia y destrucción por el que parece ir hoy la humanidad.  Entonces y solamente entonces, honraremos a nuestros padres y tal vez en un futuro no muy lejano seamos honrados por nuestros hijos.

Madres queridas, que Dios les bendiga grandemente en sus familias, iglesia doméstica y esperanza del mañana.  Que Dios continúe dándoles las fuerzas necesarias para vivir el amor en la simplicidad, en el entregar el corazón de día a día, en el agradecimiento y el regocijo de las cosas pequeñas de la vida.

Fraternalmente en Cristo, Sara Torres

“Relación entre la honra de los padres y la crianza de los hijos”
Escrito por Sara Torres y publicado en su blog.
Miami, domingo 8 de mayo, 2011


Fraternalmente en Cristo, Sara Torres

miércoles, 4 de mayo de 2011

Domingo de la Divina Misericordia

Queridos hermanos:  Este fin de semana que pasó fue muy intenso para mí.  Como algunos ya saben, estuve en un congreso de mujeres en Falls Church, Virginia.  Ahí escuché unas prédicas muy prácticas, muy claras, y muy renovadoras.  Todas éstas a cargo de Monseñor Willie Peña de Puerto Rico.  Creo que habían más de 300 mujeres en ese lugar.

El Espíritu Santo dirigió todo desde el momento en que ideó que Monseñor y yo estuvieramos ahí, pues el mensaje que el Señor me ha encargado iba muy de acuerdo con todo lo que ahí se habló.  En este sentido me sentí muy contenta de ser su instrumento.

La última charla de Monseñor, me mostró muchas cosas que no andan bien en mi vida.  La vida del hogar, del matrimonio, de los hijos, no es fácil para mí y sé que no estoy sola en este departamento.  Me dí cuenta de lo desordenado que está el mundo en ésta área.  Yo pensé que solamente era yo.  En parte me ha asustado darme cuenta que es una crisis generalizada.  Me dí cuenta de cúanto daño nos ha causado el enemigo en este campo de la familia, especialmente a nosotras las mujeres. Cómo sería el impacto de la última charla de Monseñor que no me sentí preparada para recibir la Comunión, y esto me entristeció mucho.

Por la noche hice un examen de consciencia...sabía que al día siguiente, Domingo de la Divina Misericordia y día de la Beatificación de nuestro amado Papa Juan Pablo II, sería un día donde se derramarían muchas gracias.  Yo he pedido la mía a Dios y he pedido la intercesión del ahora Beato Juan Pablo II.  Hice mi confesión antes de entrar en la Santa Misa, y con el corazón esperanzado y renovado, en paz y gozoso, recibí a mi Señor en la Eucaristía.

Sin mi Señor, yo no soy nada.  Todo mi ser está marcado por su amor.  Por eso, cuando le fallo, me duele aunque a veces tristemente me duele más el orgullo propio...esto es más difícil de confesar.

La mayoría de las veces quiero hacer todo por mi cuenta y por mi propio esfuerzo.  Sin embargo, una y otra vez tengo que volver al Señor y darme cuenta como Santa Teresita del Niño Jesús que "todo es gracia" recibida de Dios.  Es su infinita Misericordia la que nos mantiene cerca de su corazón.  El orgullo, raíz de todo pecado, nos impide recibir las lluvias de Gracia de esa fuente de misericordia que es el corazón de Cristo.

Creo profundamente en la Misericordia de Dios.  Por esa Misericordia es que me atrevo a trabajar para Él en el ministerio de Evangelización.  No hay que esperar a ser Santos para servirle; el servicio entregado y sincero es el que nos santifica a pesar de nuestras caídas. 

No hay que esperar a ser perfectos en el sentido humano pues eso es una carga impuesta por nosotros mismos los hombres.  La perfección del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo está en la comunión del Amor....y el amor es algo que podemos ejercitar todos los días en los pequeños gestos que tenemos para todo aquel con quien entramos en contacto. No es fácil esta perfección en el amor, pero tampoco está lejos del alcanze de un corazón enamorado de su Señor Jesús.

Para poder amar de verdad, hay que amar con el amor de Cristo.  Para ser compasivos, hay que recibir y honrar la compasión que Cristo nos ofrece desde su corazón.  Para ser misericordiosos, hay que confiar en el don infinito de la misericordia derramado en aquella cruz y estar conscientes de que lo hizo por mí como individuo.  Cuando peco, cuando vivo en pecado, cuando soy incongruente, aun ahí en ese momento obscuro, en ese momento de tinieblas, está presente la Divina Misericordia para traerme a la luz.

En mi experiencia de vida, el único impedimento para recibir y experimentar la misericordia de Dios es el orgullo.  Para pedir misericordia, hay que estar conscientes de nuestras culpas, asumir humildemente las consecuencias de nuestras acciones equivocadas, y aceptar el querer volver a empezar.

Después de este arrepentimiento/reconciliación con Dios, se debe tener presente que posiblemente volveremos a caer y a veces en lo mismo.  Por lo tanto, nuestra necesidad de Misericordia debe estar siempre presente y esperarla siempre en un espíritu de infinita gratitud ante Dios.

Se me acabó el tiempo.  Es hora de despertar niños para ir a la escuela.  Que el Señor les bendiga.  Es mi mayor deseo que muchos de ustedes hayan recibido las gracias que han pedido este pasado domingo tan especial.  Un abrazo fraterno a todos, Sara