Este aislamiento es campo fértil para que aflore la depresión, los pensamientos negativos, un círculo vicioso que hace que uno pierda la perspectiva, la meta, el norte, el sentido de todo esfuerzo...y lo más crítico aquí es llegar a perder la certeza de que Dios está mucho más cerca de nosotros en los momentos más difíciles.
Yo hablo y escribo desde la experiencia propia. Creo que ustedes merecen mi sinceridad. No puedo aparentar que soy una súper mujer cristiana que vence todos los obstáculos sin dificultad alguna. Al contrario, deseo compartir desde mi dificultad para que la obra de Dios en mí sea la que sobre salga y muchos se den cuenta que sí se puede vivir la fe con todo el corazón porque es Dios y solamente él quien nos concede la gracia para lograrlo.
A través de estos momentos difíciles que estoy pasando (episodio depresivo para ser más clara) puedo testimoniar que solamente con Dios se puede salir adelante cada día. Cuando he necesitado comunicarme y compartir para no ahogarme en mis pensamientos y mis sentimientos, me doy cuenta que no es fácil buscar amistades que se han abandonado, que se han descuidado, a quienes no se les ha dado tampoco el tiempo precioso (vuelvo a reiterar y reconocer que el depresivo tiende a ser egocentrista por naturaleza no necesariamente de manera consciente aunque de mí puedo decir que he entrado en consciencia y ya no me puedo engañar a mi mísma).
Hace unos días marqué varios números telefónicos. No encontré a nadie disponible. Los que sí respondieron estaban ocupados con los suyos. Me sentí muy sola. Conducí mi automóbil sin dirección alguna. Me estacioné en frente de la casa de mi hermana mayor. La llamé por teléfono y nunca lo contestó. Me fui y seguí conduciendo. No tenía con quien hablar. No tenía con quien llorar (Jorge estaba con los niños y yo necesitaba estar lejos del llanto y las exigencias de mis pequeños con quienes había pasado todo el día).
Lo bueno, lo grande, lo excelente, lo maravilloso de todo esto es que me hizo caer en cuenta que Jesús estaba ahí a una oración de distancia. Rompí a llorar y hablé con él como no lo hacía hace rato. Lloré con él, me desahogué con él, descansé en él como una niña cuyos sollozos no le dejan ni hablar claro. Hoy sigo adelante por él.
Yo se que a veces como seres humanos tangibles que somos quisiéramos un abrazo que pudíeramos sentir, unas palabras de ánimo y cariño que pudiéramos escuchar, una mirada compasiva que pudiéramos contemplar con nuestros propios ojos...pero todo eso se puede experimentar a un nivel espiritual que transciende todo lo físico, lo sensible a los sentidos.
La oración es sumamente importante. No puedo expresarlo con mayor vehemencia. La oración es el cordón por donde fluye alimento y vida para el cristiano. Sin la oración estamos perdidos. Yo lo he experimentado, lo he observado, lo he puesto a prueba en toda mi vida.
NO PUEDO SUBSISTIR SIN HABLAR CON DIOS QUE ME AMA.
Cuando no se puede "orar" (hablar con el corazón o con los labios a Dios) entonces hay que orar cantando o escuchando música que nos ayude a comunicar lo que sentimos, leyendo los salmos que expresen nuestra situación personal, yendo a misa sabiendo que toda ella es una oración de acción de gracias a Dios aunque no sintamos nada, o visitar el Santísimo y sentarse ahí delante de él aunque no puedas decir nada....
Si no buscamos esa comunicación con Dios de manera única y personal...eventualmente nos vamos a sentir aislados, solos, abandonados...cuando en realidad somos nosotros los que cortamos la comunicación.
Cuando no hablamos con Dios, no escuchamos la voz de Dios que nos responde. Cuando no escuchamos la voz de Dios, la voz de la carne, la voz del mundo, la voz del enemigo se hacen más fuertes y entonces se debilita nuestra conciencia y con ella nuestros valores. Se diluye nuestra fe; se entorpecen los propósitos de Dios en nuestra vida; relativizamos todo y nos encontramos de acuerdo con ideas que están lejos de nuestra doctrina de la fe.
Una vez más, gracias a todos por sus palabras de ánimo. Les comparto desde mis dificultades no para que se compadezcan de mí, si no para que vean lo que Dios puede hacer de maravilloso en nuestras vidas aun en medio de las dificultades. Solamente me resta decir: ¡Gloria a Dios!